Te abrazaba con la intención de que te fundieras con él, sintieras su corazón y más cerca, mucho más cerca.
Y al despertar, abría los ojos y sonreía, sonreía porque para él lo eras todo. Y te pedía que no te fueras de su cama hoy y que no te fueras de su vida jamás. Y te llenaba de besos y caricias porque si había algo que quisiera más que quererte, era demostrar que te quería, nada más.
Hacíais el amor como si no existiese nadie más en el mundo, como si os fuera la vida en ello. Lo hacíais al compás. Os hacíais sentir como nunca antes nadie había podido. Os hacíais sentir especiales; juntos, parte de un todo. Os complementabais mejor de lo que nadie podría haber esperado jamás, erais vuestros, de nadie más.
El cine era vuestro.
La música era vuestra.
Los libros eran vuestros.
Y es que lo único que no teníais eran dudas.
Y escribía sobre ti. Y los libros y canciones, todo hablaba de ti.
Y te cocinaba, te lavaba y cuidaba.
Todo por ti.
Y es que era mejor de lo que podrías haber imaginado y encajabais a la perfección, eso es, a la perfección.
Habíais estado esperándoos toda la vida, y ahí estabais, uno para el otro, los dos para los dos.
Preparados, más que preparados, esperabais hacer juntos ese viaje, ese viaje que es la vida, los dos.